lunes, 29 de marzo de 2010

BIG BANG


El sol se apaga a mediodía. Una espesa niebla cubre el cielo. Un condenado lanza un grito de muerte, la tierra tiembla, se parten las rocas, se abren las tumbas, los muertos regresan a la vida e yerran por las calles de la ciudad. El gran velo del templo se desgarra de arriba a abajo, el santo de los santos queda al descubierto, el mundo se tambalea. Ha llegado el fin.

El regreso al caos. El terror. Las puertas cerradas. La supervivencia imposible. Los sueños derrumbados. Los símbolos desintegrados, las certezas aniquiladas. Ya nada es verdadero. El mundo es un infierno. La vida absurda. El hombre y la mujer, apenas un soplo contaminado.

Sólo cuerpos jadeantes, ojos pasmados, seres que se reducen y se van disolviendo en la nada.

Todo había sido sólo un error, una ilusión, una alucinación.

Lamentaciones amargas. Vergüenza absoluta.

¿Por qué, por qué haber creído?

Dolor infinito.

Últimos momentos. La mano se afloja, la boca recupera su forma, los ojos se cierran, la respiración se vuelve más lenta y más suave. No hay más resistencia. Abandono total.

Cae un silencio de muerte. Interminable…

Y por fin el alba.

Todo vuelve a comenzar. Pero de otra manera. Ahora sabemos distinguir mejor entre lo que tiene futuro y lo que no lo tiene.

(Mt 27, 45-54)

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